Ir al cine siempre es todo un ritual, al menos en mi caso. Salir de casa pronto para llegar a la primera sesión, esperar con la emoción para comprar las entradas, ir a por las palomitas, ver los trailers... tiene su encanto, la verdad. No un encanto por el que me guste pagar 13 euros (13, en serio, sumándole las gafas 3D del mal), pero sigue siendo
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